El efecto Peter Pan se apodera de las pymes
En ocasiones, el tema del crecimiento empresarial genera miedo, porque es momento de salir de la zona de confort y entrar al ámbito poco explorado de la planeación y la estrategia. Y frente a todos estos nuevos retos, algunos empresarios deciden detener el crecimiento empresarial y mantener a la empresa como en sus primeros años de vida, a esto se le llama el sindrome de Peter Pan.
Por ello, el reto que debe asumir la empresa en los momentos de bonanza es el de elaborar un plan de crecimiento, este nos ayudará a garantizar la rentabilidad del negocio no sólo hoy, sino a lo largo de los años: se trata de trabajar para conseguir la continuidad y creciemiento escalonado.
¿Qué es el plan de crecimiento?
Se trata de un documento que incluye los objetivos de la empresa; las estrategias y tácticas requeridas para lograr crecimiento previsto; la estructura organizacional; las necesidades de inversión para financiar el proyecto; y las soluciones para resolver problemas futuros (tanto internos como del entorno social y económico). En pocas palabras, el plan de crecimiento es un documento que dicta lo que debe hacerse en el futuro.
Es recomendable dimensionar la planeación en un horizonte de por lo menos tres años, hay que crear diferentes planes en donde se proyecten por lo menos tres diferentes panoramas que podrían suceder: 1) El peor escenario, 2) el más probable y 3) el mejor de los casos.
Aspectos a considerar para que la planeación tenga éxito
- Establecer y perseguir indicadores de desempeño: El aumento de las ventas, el crecimiento de la participación de mercado y la optimización de las áreas operativa, financiera, administrativa y de procesos deben tomarse como objetivos del plan.
- Planificar el crecimiento de la empresa en el mediano plazo (de 3 a 5 años): A pesar de que en el futuro puedan presentarse momentos turbulentos, contemplar el plazo medio en un plan de crecimiento es necesario.
- Establecer elementos básicos de la política financiera, como la necesidad de inversión en nuevos activos, el grado de apalancamiento que se decida emplear, la cantidad de efectivo necesaria —y, por ende, el nivel de liquidez apropiado— y las necesidades de capital de trabajo que la empresa tendrá a futuro.
- Determinar oportunidades de negocio para la empresa y para los mercados de interés: Este aspecto debe formar parte del plan desde el principio, es decir, debemos saber cuál será la hoja de ruta a seguir.
- Estar seguros de que obtendremos una ventaja competitiva sostenible en el tiempo y defendible frente a la competencia y tener la capacidad para hacer los cambios de productos, servicios e incluso de mercado: El plan de crecimiento debe contemplar cómo esperamos que funcione el producto o servicio en el mercado al que nos dirigimos.
- Definir los objetivos de crecimiento corporativo, departamental e individual: Todos deben tener objetivos en el plan de crecimiento si queremos que todos se involucren como debe ser y pongan de su parte para alcanzar el gran objetivo rector de la empresa; en otras palabras, la visión.
- Establecer los indicadores clave de desempeño para medir y analizar las desviaciones frente a los objetivos y actuar oportunamente para corregir el rumbo: Cualquier plan es para cambiarlo, claro, siempre en función de los cambios en el mercado y en el propio producto o servicio.
- Debemos ser capaces de modificar el plan si las cosas no van como esperábamos: Como dice la frase que se le atribuye a William Coben, “Una empresa que sigue empleando una estrategia que tuvo éxito, con el tiempo e inevitablemente caerá víctima de un competidor”.
Previsión como base
En conclusión, para lograr el éxito en un plan de crecimiento es necesario prever todo lo que podría ocurrir, ser capaces de llevarlo a cabo, tener los recursos necesarios, y virar el timón si las cosas salen mal. Contar con la ayuda de asesores en el tema facilita su implementación y garantiza mejores resultados. Hay que recordar siempre que: La planeación previa y apropiada previene un mal desempeño.
Hay que tener la disciplina para llevar a la ejecución lo planeado porque, como señaló T. J. Cartwright, “Muchas veces, la planificación está sentenciada incluso antes de empezar, porque se espera muy poco de ella o porque no se le imprime suficiente fuerza”.