El trabajador ‘líquido’ será clave para la supervivencia de las empresas
En un contexto de permanente cambio dentro de las empresas, con independencia de su tamaño, facturación, o de su presencia regional, desde el punto de vista de la gestión de los recursos humanos, se está produciendo una profunda redefinición de sus conceptos más primarios, hasta el punto de que es bastante probable que la situación dentro de unos años del management sea bastante diferente a la que tiene hoy en día. Uno de los hitos que está extendiéndose con rapidez, desde las empresas más vanguardistas desde el punto de vista tecnológico hasta aquellas de carácter familiar con una historia sólida de varias generaciones en el mercado, es el del trabajo líquido, una tendencia que la crisis sanitaria global ha acelerado con fuerza.
En realidad, el perfil del empleado líquido es algo así como una evolución geométrica del teletrabajador, es decir, se trata de profesionales capaces de desempeñar su labor desde cualquier lugar, en el momento que sea, con una total flexibilidad para responder a las demandas cambiantes del entorno. Consiste, por lo tanto, en un nuevo paradigma en el capital humano en el que la clave es el resultado, no el modo ni los procedimientos para alcanzarlo. De hecho, y concretando más, ni siquiera la meta es conseguir cumplir con los retos previos marcados entre empresa y empleado, sino en que este último sea capaz de utilizar su talento y su conocimiento del mercado, del sector y de la propia realidad de la entidad, para obtener elementos útiles con los que mejorar su posicionamiento.
Tiempo plenamente digital
Por supuesto, las jornadas delimitadas por un horario y un emplazamiento físico están en franca retirada. La nueva realidad corporativa es incierta para cualquier empresa, con startups que, de modo continuo, intentan impactar a la realidad de un sector mediante propuestas de negocio digitales, disruptivas y muy ambiciosas. Frente a esta situación, las entidades más consolidadas solo pueden adaptarse, aprender y reciclarse de manera permanente y, si es posible, atraer talento que incremente sus opciones de supervivencia en el mercado.
Sin embargo, estos novedosos perfiles digitales ya no preponderan el salario sobre el resto de elementos, sino que requieren de ecosistemas en los que puedan desarrollar sus capacidades, concretar con la dirección de la entidad planes de carrera que tengan en cuenta su formación y en donde logren desempeñar tareas de responsabilidad desde el inicio. En esta nueva realidad, y a pesar de la envergadura que pueda tener una empresa, es crítico la optimización y la digitalización del tiempo para alcanzar el éxito.
Las bases principales sobre las que se sustenta el nuevo trabajador líquido forman un triángulo compuesto de una flexibilidad total para organizarse por cuenta propia su jornada, incluso su calendario mensual, gracias a una comunicación permanente con sus responsables así como con todos aquellos sujetos dentro de la firma impactados por su labor; una amplia capacidad de movilidad, que le permita poder trabajar en la oficina, desde su casa, mientras viaja o en cualquier otra circunstancia, mientras disponga de los soportes tecnológicos adecuados para el desempeño de su labor.
El trabajador como eje central
De puertas para afuera, las empresas están desarrollando, cada vez más, estrategias comerciales basadas en posicionar al cliente en el centro, personalizando productos y servicios, apoyándose en la omnicanalidad para captar de manera permanente su interés y pensando, de modo preciso, en cómo implementar nuevas medidas que le aporten un mayor valor añadido y respondan a sus necesidades. El objetivo es claro: diferenciarse lo máximo de la competencia mientras se apuesta por la transparencia para intentar lograr una ventaja competitiva en el mercado.
Sin embargo, internamente, el eje clave es el trabajador , en especial, aquellos con un mayor talento y una especialización en tareas digitales. Eso implica poner a su disposición facilidades para compaginar, junto a su desempeño profesional, las herramientas para que continúe formándose, para que incorpore nuevas habilidades o para que actualice y mejore las que ya posee. Todo ello significa que cada miembro del capital humano cuenta y para cada uno de ellos la entidad tiene que haber desarrollado planes de carrera y beneficios más allá de aquellos centrados en el plano económico para conseguir su felicidad, su fidelidad y, con todo ello, su significación con los valores de la empresa, así como su máxima lealtad y compromiso.
Muchos departamentos de recursos humanos están apostando por adaptar a marchas forzadas sus políticas a esta nueva realidad en permanente cambio, aunque no resulta fácil en medio de tantas incertidumbres. Una de las medidas más populares, hasta el momento, está siendo la de apostar por el teletrabajo 100% en remoto, aunque, también, están avanzando otras a gran velocidad, como las jornadas semanales de cuatro días.
Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, al menos, hay una evidencia que está bastante aceptada: solo aquellas compañías que sepan involucrar a sus trabajadores en sus objetivos y en su misión lograrán retenerlos y, con ello, optar a asegurar su supervivencia en un entorno cada vez más volátil y competitivo, donde el trabajo líquido parece que ha llegado para quedarse.
Fuente original: www.asesoresdepymes.com