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La evolución de la cadena de valor para adaptarse a una coyuntura global inédita

Uno de los elementos en donde más se está notando el impacto de la reciente crisis global es en el diseño y en la gestión de las cadenas de valor por parte de las empresas. Si bien a lo largo de, especialmente, las dos últimas décadas, su tamaño y dimensión habían crecido de manera extraordinaria en paralelo al auge del comercio internacional (desde el año 2000, el valor de los bienes intermedios comercializados a nivel mundial se triplicó hasta superar 10 billones de dólares anuales de facturación), las interrupciones en los suministros, la imposición de medidas más restrictivas a la libre circulación de mercancías o las consecuencias de la propia recesión económica, están obligando a muchas entidades a replantear sus mecanismos de relación con proveedores, minoristas y el resto de sus stakeholders.

En qué consiste y qué aporta a una empresa

El norteamericano Michael Porter fue el creador del término de cadena de valor en su obra ‘Competitive Advantage: Creating and Sustaining Superior Performance’, con objeto de encuadrar las relaciones que desarrolla una entidad para intentar ofrecer una mayor utilidad a su producto final. En muy poco tiempo, ha pasado a convertirse en una relevante herramienta estratégica de análisis para identificar ventajas competitivas de un negocio en relación al mercado y a su sector. Mediante ella, se analizan las distintas actividades o departamentos de una organización en comparación con su competencia, aportando elementos e ideas para mejorar la estrategia operativa tanto en los procesos internos como externos.

De este modo, se intenta obtener una ventaja competitiva para la empresa, gracias al valor que esta aporta al entorno, entendiendo el valor como aquello que la gente está dispuesta a pagar por los bienes y servicios que ofrece. Aunque un indicativo muy relevante para su concreción es el de la facturación que se obtiene por las ventas (el precio real en el mercado en relación al coste de producción), en realidad el termómetro idóneo es el que señala el tiempo promedio que un cliente está dispuesto a invertir en todo lo relacionado con la empresa, es decir, que está íntimamente ligado al concepto de fidelización.

El reciente auge del teletrabajo, la mayor cantidad de horas que los consumidores pasan conectados, los cambios de hábitos sociales o la demanda social de una mayor transparencia en relación a la información sobre los productos están rediseñando de un modo rápido y contundente las cadenas de valor de muchos sectores, lo que obliga a las compañías a reaccionar con rapidez para evitar quedarse atrás y garantizar su supervivencia en un entorno cada vez más complejo e incierto.

Cómo adaptarse al nuevo mercado

Tal y como afirma el análisis de KPMG ‘Post Covid-19: La distribución del futuro’, el estrés reciente al que se han visto sometidas las redes de distribución de la gran mayoría de las empresas les obliga a implementar cuanto antes medidas para incrementar su capacidad de adaptación y su flexibilidad. Por ello, se señala que, una vez pasadas las primeras semanas de incertidumbre, es necesario concentrar esfuerzos en encontrar soluciones a medio y largo plazo, transformando tanto los mecanismos internos como las relaciones con los proveedores para asegurar la continuidad del negocio.

En este sentido, el documento subraya que, al menos en el corto plazo, una parte muy relevante del análisis debe evaluar la cadena de suministro de la entidad, bajo la premisa de garantizar un flujo de caja estable que permita poder atender a los pagos y favorezca una liquidez suficiente para evitar problemas mayores. Por ello, se incide en que cualquier estudio relacionado con la cadena de valor tiene que partir de la premisa de recortar costes internos en la medida de lo posible mientras se realiza un esfuerzo más elevado en relación a incorporar mecanismos de otras empresas y sectores que favorezcan la venta de los bienes y servicios que se producen en el mercado.

Por su parte, el informe de McKinsey ‘Risk, resilience and rebalancing in global value chains’ señala algunas claves para implementar con éxito un estudio sobre los cambio a implementar en la cadena de valor para gobernar con éxito la actual coyuntura, destacando, entre otras:

  • Una apuesta firme por el conocimiento de la trazabilidad de todas las materias que se incorporan en los procesos productivos, analizando su coste y eficiencia de manera individualiza para calcular su productividad real.
  • Contar con un equipo interno que evalúe con realismo cómo mejorar la operatividad de los departamentos que ofrezcan un peor desempeño en la comparativa que se realice.
  • Redefinir los mecanismos internos de toma de decisiones para ser más flexibles y poder ser más ejecutivos en potenciales momentos futuros de crisis.
  • Analizar la red de distribución de proveedores y clientes y, si es necesario como consecuencia de la realidad económica, redimensionarla a un nivel óptimo.
  • Definir los potenciales riesgos reales a los que se enfrenta la empresa y disponer de planes alternativos y de contingencia para cada uno de ellos.
  • Contar con una persona o un departamento exclusivo centrado en planificar objetivos y retos para cada área de la compañía.
  • Fomentar líneas de comunicación más estables con los proveedores y clientes críticos, intentando entenderles mejor y poder anticiparse a posibles problemas a futuro, tanto suyos como derivados de la relación con la empresa.

Fuente original: www.asesoresdepymes.com