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Nuevas habilidades de los directivos en la reactivación económica

Las crisis obligan a los directivos a tener que tomar decisiones complicadas (a menudo sin disponer de la suficiente información como consecuencia de la incertidumbre) en áreas como los recursos humanos, la gestión de la liquidez o la relación con los proveedores. Sin embargo, es en ese tipo de coyunturas donde se perfeccionan las habilidades y se adquieren experiencias muy útiles para el futuro.

Por ejemplo, la imposibilidad de llevar a cabo reuniones presenciales puede suponer un estímulo para el directivo, que puede mejorar en competencias como habilidades comunicativas, empatía, concreción de mensajes, pedagogía,… Por no hablar del desarrollo de mayores conocimientos digitales, en forma de participación en webinars y reuniones virtuales, la elaboración de trabajos en equipo en la Nube o su desempeño en sistemas de mensajería instantánea y en redes sociales.

En este sentido, es en los momentos de mayor riesgo donde los directivos deben enfatizar mucho más su habilidad para el liderazgo adaptativo, ya que las circunstancias suelen evolucionar a un ritmo vertiginoso y, encima, los stakeholders (clientes, proveedores, medios de comunicación, Administración) requieren un nivel de interlocución mayor, algo que sólo se logra mediante la capacidad relacional que este tipo de profesionales ya suele poseer entre su portfolio de competencias.

Las seis herramientas esenciales

Aunque dentro de su organización se rodee de un equipo de crisis para afrontar no solo los momentos de mayor riesgo sino, también, para canalizar las oportunidades cuando se inicie la recuperación, el directivo debe ejercitar sus habilidades de anticipación y respuesta rápida ante las múltiples incidencias inesperadas que pueden surgir. Y todo ello, además, con la capacidad de empatía suficiente como para involucrar al resto del personal, arrastrándoles en el compromiso de remar todos a una por la empresa.

Entre las principales habilidades que todo directivo debe tener presente en esta nueva época de recuperación que se presenta, cabe destacar estas seis:

  • Convertir en claridad todo lo ambiguo que le rodea, de manera que pueda posteriormente tomar decisiones del modo más responsable e informado posible. Ser líder significa poder lidiar con grandes dosis de presión, circunstancias complejas y, a menudo, inéditas, disponer de plazos de tiempo muy limitados y contar con posiciones dentro de la compañía que recomiendan implementar acciones en un sentido y en el contrario. Y todo ello en una coyuntura en la cualquier equivocación corporativa puede suponer un resultado fatal, como el estrangulamiento de la liquidez, la pérdida de clientes o poner en riesgo un mercado o un nicho de clientes clave.
  • Lograr identificar los factores críticos que impactarán de lleno en la compañía fruto de haber tomado una decisión. Si ya se afronta un panorama complejo lleno de interrogantes, atreverse a analizar las consecuencias de cualquier paso que se ha implementado sólo se puede lograr con la conjugación precisa entre conocimiento y experiencia del directivo junto con el trabajo cualitativo sobre bases de datos que permita obtener información relevante (en este caso, la labor de los ‘mineros de datos’ puede ser especialmente importante). Si se lleva a cabo un correcto desempeño, la entidad puede incluso lograr una ventaja competitiva en una coyuntura complicada, permitiendo iniciar fases de deliberación y de toma de decisiones clave que son muy importantes.
  • Establecer las prioridades a corto y medio plazo. El directivo que es capaz de evaluar con precisión el camino a seguir entre todas las opciones que se le presentan es, sin duda, un líder, ya que puede justificar las razones de su posicionamiento obteniendo evidencias que respalden su decisión a pesar de la incertidumbre. En base a todo ello, puede concretar las prioridades para la compañía y trazar una estrategia flexible que ayude a navegar en ese entorno tan volátil y cambiante.
  • Comprender qué significa cada decisión desde distintos puntos de vista. Algo que solo se logra gracias al profundo conocimiento de los objetivos y planteamientos de todos los stakeholders que tienen relevancia directa o indirecta sobre la empresa. Con todo su expertise y conocimiento, el directivo plantea la implicaciones que derivarán de cada paso que se dé, teniendo en cuenta el abanico de factores regulatorios, comerciales, sociales y sectoriales que tienen influencia sobre el mercado.
  • Estar dispuestos a caminar en la oscuridad. La época de hacer planes estratégicos a dos años vista ya no volverá. Incluso un horizonte de seis meses parece demasiado lejano. El directivo debe estar acostumbrado a tener que navegar entre el riesgo y la incertidumbre, en lo que será algo consustancial a su actividad. Por ello, debe tener una flexibilidad inherente para reamoldar cualquier iniciativa o ajustarse a las condiciones cambiantes en el entorno. Cada vez resulta más importante implementar sistemas internos para que las decisiones que se tomen desde arriba sean puestas en práctica cuanto antes por los distintos departamentos.
  • No sólo de habilidades cualitativas vive el directivo. A pesar de todos los anteriores factores referenciados, casi todos ellos con un fuerte componente cualitativo, el profesional debe ser todavía más capaz, si cabe, de extraer valor de la información que se presenta en cuadros, gráficos, tablas o informes. Es decir, conjugar todas sus nuevas habilidades en esta nueva era con las competencias que como directivo ya tenía adquiridas de antes. Comprender bien los números y entender cómo afectarán a sus opciones y a las de su compañía seguirá siendo de vital importancia para garantizar el éxito incluso en entornos inciertos.

Fuente original: www.asesoresdepymes.com